Mañanas lluviosas, tardes soleadas y noches estrelladas; suelas desgastadas y miles de panes franceses, aveces calientes, aveces tirantes; letras, libros, dibujos; conciertos, teatro y fotos; pulgosos paseando de arriba a abajo, parques con esquinas aromatizadas con un penetrante olor a orina, aunque también, con incontables metros llenos de "bichitos" y arboles dispuestos a acoger su dorso; gente caminando, o tal vez, corriendo, la mayoría siempre conversando y por obligación: sonriendo.... ah! y aquellos corredores llenos de historia, de palomas y porque no, de sus huellas... Sueña día a día con volver a esto, a que su inherencia de silenciosa observadora, se estanque felizmente en algún rincón capitalino, mientras el mundo gira en medio de tanta perturbación y ajetreo...
Fue inexplicable como en una milésima de segundo, el mecanismo de una máquina fotográfica pudó generar un resultado tan aberrante para una mente. La fotografía es una disciplina que me deslumbra, asi como me maravillan quienes la adoptan como su estilo de vida, su vocación y es fascinante la forma en que me envuelve y dentro del encapsulamiento que crea, logra que mi cuerpo, mi rostro y otras complexiones humanas destellen increíblemente en un papel fotográfico frecuentemente de 11X8.5. Pero el cometido que tuvo hoy durante el quinto periodo del año, famoso por ser el del supuesto fin del mundo, no fue de gran simpatía. Y no porque el retratista hubiese enfocado mal o porque las sonrisas se hubieran desvanecido, todo lo opuesto: ventura, alegría, bonanza o felicidad, sinónimos que se adecuaban perfectamente para ocupar el titulo de cada imagen. Fueron esas mismas emociones pretéritas, las que me llevaron a recordar cada sílaba que lesiono mi emoció...
Comentarios
Publicar un comentario