Y vió en su mirada los rastros del rencor, de un fastidio sin una justificación. De un vacío que se creó y que tal vez nunca llenó. Quizá, solo esperó que alguna vez de sus labios, de sus carnosos labios brotaran simples palabras de esas que se deletrean fácilmente en una telenovela, de esas que los niños dicen a sus padres o a su perro, pero que entre dos adultos es totalmente diferente el significado. Ahora para ese ser, cobraban vida cada una de las silabas de las famosas canciones dedicadas a la decepción de cupido, sus flecha y su confusa emoción. Ahora, la carrera detrás de las estrellas se había detenido igual que el tiempo en su memoria, porque en su vida corría a la velocidad de una tortuga mientras que la Luna, que había sido todo el tiempo su tesoro se alejaba, se ocultaba e invitada al Dios Ra a ser participe del mundo.
Mañanas lluviosas, tardes soleadas y noches estrelladas; suelas desgastadas y miles de panes franceses, aveces calientes, aveces tirantes; letras, libros, dibujos; conciertos, teatro y fotos; pulgosos paseando de arriba a abajo, parques con esquinas aromatizadas con un penetrante olor a orina, aunque también, con incontables metros llenos de "bichitos" y arboles dispuestos a acoger su dorso; gente caminando, o tal vez, corriendo, la mayoría siempre conversando y por obligación: sonriendo.... ah! y aquellos corredores llenos de historia, de palomas y porque no, de sus huellas... Sueña día a día con volver a esto, a que su inherencia de silenciosa observadora, se estanque felizmente en algún rincón capitalino, mientras el mundo gira en medio de tanta perturbación y ajetreo...
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