Y vió en su mirada los rastros del rencor, de un fastidio sin una justificación. De un vacío que se creó y que tal vez nunca llenó. Quizá, solo esperó que alguna vez de sus labios, de sus carnosos labios brotaran simples palabras de esas que se deletrean fácilmente en una telenovela, de esas que los niños dicen a sus padres o a su perro, pero que entre dos adultos es totalmente diferente el significado. Ahora para ese ser, cobraban vida cada una de las silabas de las famosas canciones dedicadas a la decepción de cupido, sus flecha y su confusa emoción. Ahora, la carrera detrás de las estrellas se había detenido igual que el tiempo en su memoria, porque en su vida corría a la velocidad de una tortuga mientras que la Luna, que había sido todo el tiempo su tesoro se alejaba, se ocultaba e invitada al Dios Ra a ser participe del mundo.
Fue inexplicable como en una milésima de segundo, el mecanismo de una máquina fotográfica pudó generar un resultado tan aberrante para una mente. La fotografía es una disciplina que me deslumbra, asi como me maravillan quienes la adoptan como su estilo de vida, su vocación y es fascinante la forma en que me envuelve y dentro del encapsulamiento que crea, logra que mi cuerpo, mi rostro y otras complexiones humanas destellen increíblemente en un papel fotográfico frecuentemente de 11X8.5. Pero el cometido que tuvo hoy durante el quinto periodo del año, famoso por ser el del supuesto fin del mundo, no fue de gran simpatía. Y no porque el retratista hubiese enfocado mal o porque las sonrisas se hubieran desvanecido, todo lo opuesto: ventura, alegría, bonanza o felicidad, sinónimos que se adecuaban perfectamente para ocupar el titulo de cada imagen. Fueron esas mismas emociones pretéritas, las que me llevaron a recordar cada sílaba que lesiono mi emoció...
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