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Un arte que por primera vez en la vida detesté

Fue  inexplicable como en una milésima de segundo, el mecanismo de una máquina fotográfica pudó generar un resultado tan aberrante para una mente. La fotografía es una disciplina que me deslumbra,  asi como  me maravillan quienes la adoptan como su estilo de vida, su vocación y es fascinante la forma en que me envuelve y dentro del encapsulamiento que crea, logra que mi cuerpo, mi rostro y otras complexiones humanas destellen increíblemente en un papel fotográfico frecuentemente de 11X8.5. 

Pero el cometido que tuvo hoy durante el quinto periodo del año, famoso por ser el del supuesto fin del mundo, no fue de gran simpatía.  Y no porque el retratista hubiese enfocado mal o porque las sonrisas se hubieran desvanecido, todo lo opuesto: ventura, alegría, bonanza o felicidad, sinónimos que se adecuaban perfectamente para ocupar el titulo de cada imagen.

Fueron esas mismas emociones pretéritas, las que me llevaron a recordar cada sílaba que lesiono mi emoción, cada acto que líquido una ilusión y las mismas que conducen a maliciar una mirada, a sospechar de un mimo y a dudar de las utopías. 

El borrador que tiene como opción el  Photoshop ahora se resiste a laborar ya que su poder excluyente no funciona, no aplica debido a que es una herramienta que podría eliminar a la bruja de Blancanieves, al Príncipe Encantador de Shrek, al desaliño del patito Feo, quizá abrir los ojos a la Bella Durmiente o porque no agregar un cuarto cerdito, pero en mi cuento, en la historia de dragones, de guerreros y sirenas, el borrador de Photoshop se opone a la mitología y a volverse partidario de mi delirio y mi pasión.

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